martes, 18 de mayo de 2010

Lecciones conductivistas

"Las personas actúan para mejorar el mundo y progresar hacia mejores formas de vida por buenas razones, y entre esas razones podemos contar ciertas consecuencias de su conducta, y entre esas consecuencias está todo aquello que las personas valoran y califican como bueno.

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Las cosas son buenas (positivamente reforzantes) o malas (negativamente reforzantes) probablemente a causa de las contingencias de supervivencia bajo las que la especie ha evolucionado (...) Es tambien importante la susceptibilidad ante reforzantes negativos; aquellos que más profundamente han sido reforzados, al escapar o evitar condiciones potencialmente peligrosas, gozan ventajas obvias.


Lo que una persona siente al comportarse en bien de los demás, depende de los reforzadores utilizados. Los sentimientos son subrpoductos de las contingencias y no arrojan nueva luz con respecto a la distinción entre lo público y lo privado. No decimos que los simples reforzadores biologicos son eficaces por causa del egoismo, y no deberiamos atribuir la conducta en bien de los demas a amor al projimo. Al trabajar en bien de otros, una persona puede hacerlo por amor o por miedo, por lealtad o por obligación, o por cualquier otra condicion originada por las contingencias responsables de esa conducta. Una persona no actua en bien de otros por causa de un sentimiento de pertenencia, ni rehusa actuar por causa de sentimientos de alienacion. Su conducta depende del control ejercido por el ambiente social.

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No decimos que una persona hace lo que 'deberia hacer' al conducir un coche debido a algun sentido intenso de justicia. Sin embargo, apelaremos muy probablemente a alguna virtud innata para llegar a explicar por qué una persona se comporta bien con respecto a sus semejantes, aunque en realidad actúa así no porque sus semejantes le hayan provisto de un sentido de responsabilidad u obligacion, o de lealtad y respeto por los demas, sino porque se han preparado contingencias sociales eficaces. Las conductas clasificadas como buenas o malas, y correctas o incorrectas, no los son a causa de la bondad o la maldad, o de un buen o mal caracter, o de un conocimiento de lo que es correcto o incorrecto; se deben a contingencias que implican una gran variedad de reforzadores verbales generalizados de '¡Bien!', '¡Mal!', '¡Correcto!', '¡Incorrecto!'.

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Cuando el control ejercido por otras personas es de esta forma eludido o destruido, solamente quedan entonces los reforzadores personales. El individuo atiende a la satisfacción inmediata, posiblemente mediante la adicción a las dorgas o a actividades sexuales. Si no tiene que esforzarse mucho para encontrar el alimento, un techo que le cobije y una seguridad, generará poca conducta. Y su condición es entonces descrita diciendo que sufre una carencia de valores. Como puso de manifiesto Maslow, esta falta de valores es 'descrita en formas varias, como anomia, amoralidad, ahedonismo, desraizamiento, vaciedad, desesperanza, carencia de alggo en lo que creer o a lo que dedicarse con fervor'. Todos estos términos parecen aludir a sentimientos o estados mentales, pero lo que en realidad echamos de menos en situaciones como las aquí descritas es la presencia de reforzadores eficaces. La anomia y la amoralidad se refieren a la falta de los reforzadores pensados para inducir a las personas a observar ciertas reglas. El ahedonismo, el desraizamiento, la vaciedad y la desesperanza apuntan a la ausencia de reforzadores de toda clase. El 'algo en que creer y a lo que dedicarse con fervor' puede detectarse en las contingencias planeadas para inducir a las personas a comportarse 'en bien de los demás'.

La distinción entre sentimientos y contingencias resulta particularmente importante cuando hay que adoptar una acción práctica. Si el individuo efectivamente sufre de algún estado interno que denominamos 'carencia de valores', entonces sólo podemos solucionar el problema cambiando este estado -por ejemplo, 'reactivando la fuerza moral', ' estimulando el poder moral', o bien 'fortaleciendo las convicciones morales o el compromiso espiritual'-. Sin embargo, lo que debemos alterar son las contingencias, tanto si las consideramos responsables de esa conducta defectuosa, como de esos sentimientos que se asegura explican la conducta.

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El proceso de condicionamiento operante presumiblemente evolucionó cuando aquellos organismos que quedaron más sensiblemente afectados por las consecuencias de su conducta, fueron más capaces de adaptarse al ambiente y sobrevivir. Solamente las consecuencias bastante inmediatas pudieron ser eficaces. Una razón para que así fuera tiene relación con las 'causas finales'. La conducta no puede quedar realmente afectada por nada que la siga, pero si una 'consecuencia' es inmediata, puede coincidir en parte con la conducta. Una segunda razon se refiere a la relacion funcional entre la conducta y sus consecuencias. Las contingencias de supervivencia no pudieron generar un proceso de condicionamiento que tuviera en cuenta cómo la conducta producia sus consecuencias. La unica relacion util fue temporal: pudo desarrollarse un proceso en el cual un reforzador fortaleció cualquier conducta a la siguiera. Pero el proceso tenia importancia solamente si era capaz de fortalecer conducta que efectivamente produjera resultados. De aqui la importancia del hecho de que cualquier cambio que siga estrechamente a una respuesta resulte muy probablemente haber sido producido por ella..."


B.F. Skinner.
"Más allá de la libertad y la dignidad".
Valores

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