Dónde están las palabras? esas palabras que señalaban cambios y revueltas, que seducían como ningunas otras las mentes de los chicos de por acá, dónde están? Chicos van paseando de trabajo en trabajo, unas veces caducando, otras veces luchando, algunas que otras ocasiones sacrificando y muchas veces sobreviviendo... Las palabras, están en el libro rojo?
jueves, 15 de septiembre de 2011
Donde están las palabras?
Dónde están las palabras? esas palabras que señalaban cambios y revueltas, que seducían como ningunas otras las mentes de los chicos de por acá, dónde están? Chicos van paseando de trabajo en trabajo, unas veces caducando, otras veces luchando, algunas que otras ocasiones sacrificando y muchas veces sobreviviendo... Las palabras, están en el libro rojo?
viernes, 24 de junio de 2011
domingo, 19 de junio de 2011
viernes, 17 de junio de 2011
Sid again
De Siddhartha
jueves, 9 de junio de 2011
Siddhartha
miércoles, 8 de junio de 2011
Del Wen Tzu
lunes, 30 de mayo de 2011
El Lamento de Ariadna
¡Dadme manos ardientes!
¡dadme un brasero para el corazón!
Tendida en la tierra, estremeciéndome,
como una medio muerta a quien se le calienta los pies,
agitada, ay, por fiebres desconocidas,
temblando ante glaciales flechas agudas de escalofrío,
cazada por ti, ¡pensamiento!
¡Innombrable! ¡Encubierto! ¡Aterrador!
¿Tú, cazador entre las nubes!
¡Fulminada a tierra por ti,
ojo sarcástico que me mira desde lo oscuro!
Así yazgo,
me doblo, me retuerzo, atormentada
por todos los martirios eternos,
herida,
por ti, el más cruel cazador,
tu desconocido, dios...
¡Hiere más hondo!
¡Hiere de nuevo!
¡Pica, repica en este corazón!
¿A que viene este martirio
con flechas de dientes romos?
¿Qué miras otra vez
sin cansarte del tormento humano
con malévolos ojos de rayos divinos?
¿No quieres matar,
sólo martirizar, martirizar?
¡Para qué martirizarme a mí,
malévolo dios desconocido?
¡Ah, ah!
¿Te acercas sinuoso
en semejante medianoche?...
¿Qué quieres?
¡Habla!
Me estrechas, me oprimes,
¡ah, ya demasiado cerca!
Me oyes respirar,
acechas mi corazón,
¡celoso!
-¿pero celoso de que?-
¡Fuera, fuera!
¿para qué la escala?
¿quieres subir
adentro, hasta el corazón,
subir hasta mis más
secretos pensamientos?
¡Impúdico! ¡Desconocido! ¡Ladrón!
¿Qué quieres sacar robando?
¿Qué quieres sacar escuchando?
¿Qué quieres sacar atormentando?
¡tú, atormentador!
¡tú, dios verdugo!
¿O como el perro debo
refregarme contra el suelo ante ti?
¿Sumisa, embelesada fuera de mí
menear la cola por amor?
¡Es inútil!
¡Punza otra vez,
aguijón el más cruel!
No soy tu perro, sólo tu presa,
¡cazador el más cruel!
tu más orgullosa prisionera,
bandido tras las nubes...
¡Habla al fin!
¡Tú, encubierto con el rayo! ¡Desconocido! ¡habla!
¿Qué quieres, salteador, de mi?...
¿Cómo?
¿Un rescate?
¿Qué quieres de rescate?
Pide mucho, ¡lo aconseja mi orgullo!
Y habla poco, ¡lo aconseja mi orgullo!
¡Ah, ah!
¿a mí es a quien quieres? ¿a mí?
¿a mí entera?...
¡Ah, ah!
¿Y me martirizas? ¡Loco que eres un loco!
¿Requetemartirizas mi orgullo?
Dame amor, ¿quién me calienta todavía?
¿quién me ama todavía?
dame manos ardientes,
dame un brasero para el corazón,
dame, a la más solitaria,
a la que el hielo, ¡ay!, siete capas de hielo
enseñan a añorar enemigos,
da, sí, entrega,
enemigo el más cruel,
dame ¡a ti!..
¡Se acabó!
Entonces huyo él,
mi único compañero,
mi gran enemigo
¡mi dios verdugo!...
¡No!
¡vuelve!
¡Con todos tus martirios!
Todo el curso de mis lágrimas
discurre hacia ti,
y la última llama de mi corazón
para ti se enardece.
¡Oh, vuelve,
mi dios desconocido! ¡mi dolor!
¡mi última felicidad!...
Un rayo. Dionisyos aparece con esmeraldina belleza.
Dionysos:
Sé juiciosa, Ariadna...
Tienes oreja pequeñas, tienes mis orejas:
¡mete en ellas una palabra juiciosa!
¿No hay que odiarse primero, si se ha de amarse?...
Yo soy tu laberinto...
Friedrich Nietzsche
sábado, 26 de febrero de 2011
Extracto de "A Testament"
“Siempre me he referido a una ‘arquitectura más humana’. Por ello quiero intentar explicar qué significa para mí, como arquitecto, esta palabra. Al igual que en la arquitectura orgánica, la calidad de la humanidad reside en el interior del hombre. Del mismo modo que el sistema solar se mide en años-luz, la luz interior es lo que denominamos humanidad. Este elemento, el hombre como luz, está fuera de todo cálculo. A Buda se le llamó la luz de Asia, a Jesús la luz del mundo. La luz del sol es a la naturaleza lo que aquella luz interior al espíritu del hombre: luz humana.
La humanidad está por encima del instinto. Por esta luz interior, la imaginación humana nace, conoce, crea; muere, pero sigue viviendo como luz de vida si estaba viva en el hombre. El espíritu es iluminado por ella, con tal fuerza que su vida misma es esa luz, procede de esa luz y, a su vez, ilumina a otros. Las afirmaciones de esta luz en la vida y en la obra humanas es la verdadera felicidad del hombre.
Nada hay más elevado en la conciencia humana que los destellos de esta luz interior. Nosotros la llamamos belleza. La belleza no es más que el resplandor de esa luz en el hombre – el esplendor del romanticismo elevado de su humanidad, como sabemos que la arquitectura, el arte, la filosofía y la religión son románticas. Todo alimenta y está alimentado por esta luz inextinguible en el alma del hombre. No puede hacer ninguna consideración intelectual que sobrepase esta inspiración. Desde la cuna a la tumba, su verdadero ser aspira a esta realidad para asegurar la continuación de su vida como luz en el más allá.
Al igual que la luz del sol envuelve a los objetos indefensos, revelando su forma y su expresión, del mismo modo una luz correspondiente, cuyo símbolo es el sol, emana de la obra inspirada de la humanidad. Esta luz interior es garantía de que la arquitectura, el arte y la religión del hombre son todo uno: sus emblemas simbólicos. Por ello, podemos denominar a la humanidad misma la luz que nunca se extingue. Los sentimientos bajos del hombre están sometidos al milagro de su propia luz. La salida y la puesta del sol son los símbolos apropiados de la existencia del hombre sobre la tierra. No hay ningún elemento de la inmortalidad más precioso que una humanidad tan humana. El cielo sólo puede ser el símbolo de esta luz de luces en el sentido de que el cielo se convierte en un puerto.”
Frank Lloyd Wright
A Testament
1957