miércoles, 21 de julio de 2010

Onírico


Cambiar como voltear una lámina de cristal de la ventana de romanillas cuando se ha roto una esquina, cambiar para crear, para vivir, para gozar de nuevo de la vida que no veía. Viajar y ver, ver y comparar -los horarios, los soles, las calles, las pieles... en ese trajín ensuciar la ropa, andar así, con ese descuido y siempre recordar que los trapos sucios se lavan en casa, que aunque no haya lavadora quedarán mejor si los lavas tu. No depender de nadie pero tampoco de tí mismo... o mejor de tu mismo, sí, de tu mismo deseo, de tu misma pulsión... Cambiar rápidamente, como si para ello fuese necesario tomar jugo de tamarindo... Mudar, mudar de piel, de cabellos, mudar de casa en casa en casa en casa... solo, acompañado... Mudar de compañía, mudar de soledad... Trocar afectos, sentimientos, sueños; trocar nuevamente para que todo quede igual; pero nada queda igual... Voltear la mesa sobrecargada de cosas viejas, llenas de polvo, llena de polvos... Vaciar el vaso, derramar esa cerveza caliente... Extraer del hatillo los objetos acumulados, regalarlos, entregarselos a quienes les pertenecen, seguir acumulando, no parar nunca... seguir mutando, así pierdas (es que nunca pierdes), como en sueños.

No hay comentarios: